Los lotes aptos para
urbanizar se volvieron escasos y costosos, reconocen los constructores y
Planeación.
MEDELLIN. "Las
tierras urbanizables se están acabando en Medellín y en las principales
ciudades del país". La afirmación es de Gabriel Jaime Restrepo Bedoya,
presidente de PSI-Edicreto, uno de los pioneros en el desarrollo de Vivienda de
Interés Social (VIS) en altura y expresidente de la Junta Directiva de Camacol
Antioquia.
La escasez del vital
insumo contrasta con la creciente demanda de lotes para urbanizar y ese
desequilibrio les deja servida la mesa a los propietarios para pedir precios
más robustos por sus predios.
"Ya en
cualquier hueco se puede construir -anota el empresario- y eso es válido para
inmuebles de clase alta, media y baja, segmentos para los cuales todas las
tierras se han vuelto muy costosas".
¿Algún orden de
magnitud?
"Podemos verlo
de esta manera: si antes el lote pesaba entre el 8, 10 y 12 por ciento del
precio de venta de una propiedad, hoy ese peso se sitúa, en promedio, entre el
15 y el 18 por ciento".
¿Y eso les pega más
duro a las viviendas más baratas?
"Por supuesto,
porque los márgenes de contribución de un proyecto de VIS son muy bajitos.
Tanto la VIS como las Viviendas de Interés Prioritario (VIP) tienen unos topes
de precios (135 y 70 salarios mínimos legales mensuales, respectivamente), de
manera que si los lotes se encarecen 2 o 3 puntos, el sobrecosto hay que
asumirlo reduciendo el nivel de ganancia de quienes promueven, construyen y
venden el proyecto".
Precios, aún
manejables
Para Juan Manuel
Gómez Roldán, gerente General de la constructora Óptima, el problema de la
falta de tierra urbanizable en Medellín "se vuelve cada vez más
grave".
La compañía en la
que ha laborado durante 36 años -viviendo por lo menos ocho ciclos de vacas
gordas y vacas flacas en el sector de la construcción- trata de sacar adelante
proyectos de vivienda para los clientes de todos los estratos sociales. Antes
ha tenido así de diversificado el portafolio, pero en la actualidad no ha
podido desarrollar obras de VIS y VIP, con excepción de un contrato que ejecuta
para el Instituto Social de vivienda y Hábitat de Medellín (Isvimed).
"Es que
-explica Gómez Roldán- no hemos podido volver a conseguir los lotes para este
tipo de vivienda".
Esa dificultad no es
exclusiva de Óptima ni obedece únicamente a la escasez de lotes urbanizables.
Tristemente célebre entre los empresarios de la construcción se volvió esta
frase de algunos municipios: "Queremos la vivienda popular, pero bien lejos".
Como política y
socialmente no es aceptable cerrarles las puertas a las soluciones
habitacionales para los más pobres, algunas localidades disfrazan esa exclusión
mediante la promulgación de normas que hacen económicamente imposible este tipo
de obras.
Constructores
consultados por este diario indican, entre las más socorridas, el
establecimiento de áreas mínimas de 60 metros cuadrados y 1, 2 o 3 parqueaderos
por cada apartamento que se construya.
En otros casos, como
lo reporta Federico Estrada García, gerente de la Lonja de Propiedad Raíz de
Medellín y Antioquia, la traba está en las exigencias que hacen los llamados
planes parciales, que no permiten la ejecución de proyectos en una manzana, sino
en todo un sector, como ya se ha visto en Naranjal y en Sevilla, para citar dos
ejemplos.
Si bien ese modelo
puede dar mejores resultados urbanísticos, no es fácil poner de acuerdo a
tantos propietarios e inquilinos, como lo demuestra el plan de renovación de
Naranjal, cuya primera versión data del año 2000.
Los edificadores
agregan a la lista de mayores costos en los planes de vivienda popular, las
exigencias en normas de sismorresistencia y las de seguridad contra incendios.
El valor de los
lotes, observa el presidente de Óptima, "también ha venido
incrementándose, sobre todo en Bogotá, en donde los dueños están locos.
Normalmente a uno le piden el 50 por ciento más de lo que se puede hacer en la
tierra, pero en Medellín los precios son aún manejables".
Según los datos de
Gómez Roldán, "en un proyecto VIP la tierra no debe pesar más del 5 por
ciento; en la VIS debe ser el 8 por ciento, y en otros segmentos del mercado
representa el 12 o 16 por ciento, pero eso depende mucho de las obras de
urbanismo que se tengan que hacer, de la infraestructura que haya qué ponerle
al lote y del cumplimiento de las obligaciones urbanísticas".
Certificado oficial
En concepto de Jorge
Alberto Pérez Jaramillo, arquitecto y director del Departamento Administrativo
de Planeación de Medellín, "los indicadores reales muestran que la ciudad
prácticamente ocupó la inmensa mayoría de los suelos urbanizables. Por la condición
geográfica y topográfica de este valle, no podemos expandir mucho más la ciudad
hacia las laderas y la periferia, por lo cual no tenemos muchas áreas de
expansión disponibles".
Muy similar es el
criterio de la Lonja de Propiedad Raíz de Medellín, pues en opinión de su
gerente, Federico Estrada García, "la tierra es escasa y la que está
vacante para urbanizar, es mínima".
Idéntica perspectiva
tiene el exgerente de la Lonja, Jorge Mario Ángel Arbeláez, presidente de
Avalúos y Tasaciones de Colombia Valorar S.A., para quien "definitivamente
las tierras urbanizables son pocas y se encuentran en zonas de ladera, en donde
el proceso de urbanización se torna más costoso".
Ni para edificar
inmuebles de clase media y alta va quedando espacio, pues sectores como El
Poblado están copados. Le quedan, anota el exgerente de la Lonja, unas laderas,
algunas inestables, que despiertan ciertas reservas en la gente para ubicarse
en ellas.
El POT, parte de la
solución
¿La sintonía que hay
entre los sectores público y privado sobre el problema de la tierra urbanizable
en Medellín, también se mantiene a la hora de plantear las soluciones?
La respuesta general
es sí. No obstante, falta ver si al llegar al diseño de los instrumentos
específicos para solucionar este escollo se logra el mismo consenso.
El momento es
oportuno, porque actualmente se adelanta la revisión de una herramienta
fundamental que debe aprobar el Concejo de Medellín: el Plan de Ordenamiento
Territorial (POT), que no solo determina el uso del suelo, sino también sus
niveles de aprovechamiento de todos aquellos que construyen la ciudad.
El director de
Planeación sugiere que el análisis no hay que hacerlo desde una perspectiva
municipal, sino metropolitana, porque la demanda de vivienda y hábitat impacta
a todas las localidades del Valle de Aburrá. "Por eso hay que construir el
POT de cada municipio sumándolo en el modelo metropolitano y asumiendo que las
decisiones de Medellín afectan a los vecinos y viceversa".
Lo segundo, de cara
a Medellín, es que "el futuro de nuestra ciudad no está solo en la
expansión hacia los bordes y la periferia. El modelo debe apuntar más hacia la
consolidación de la urbanización existente, hacer renovación o redención
urbana, consolidando las diversas infraestructuras de movilidad, de servicios,
de equipamientos urbanos, para que eso nos permita generar vivienda y hábitat
de manera significativa".
Traducido en
cristiano, eso significa, tanto para el funcionario como para los constructores
mismos, que a zonas como el centro de Medellín hay que echarle 4, 5, 6 o más
pisos para vivienda, porque así se hacen más productivos el comercio, el metro,
el metroplús, los servicios y hasta los espacios culturales disponibles.
Eso aplica para
otros sectores de la ciudad.
Ángel Arbeláez
señala que en ciudades como Barcelona (España), son raras las casas de dos
pisos. Aquí podría estimularse una mayor densificación, con promedios de 6 o 7
pisos. Ese desarrollo en altura debería, inclusive, liberar más espacio público
y zonas verdes para una ciudad que se ahoga en la contaminación.
Otro foco de
desarrollo, resaltado por Planeación y los empresarios, son las franjas de
tierra disponibles a lado y lado del río Medellín.
Con la puesta en
servicio del metro se pensó que a muchas de estas zonas, bastante deprimidas,
les había llegado la hora de la salvación. Hoy tienen un segundo chance,
gracias al proyecto Parque Vial del Río, que impulsa el gobierno de Aníbal
Gaviria Correa. Tiene 26,3 kilómetros, desde las quebradas La Ayurá, en límite
con Envigado, hasta La Madera, en Bello, e involucra una zona de influencia de
424 hectáreas. El costo estimado es de 1,8 billones de pesos y tendrá un tramo
piloto, de 3,1 kilómetros.
Ese camino de
transformación tiene referentes importantes. Es el caso de los planes parciales
de Ciudad del Río, Naranjal, Sevilla, amén de cambios que se han venido
registrando en el Chagualo y La Bayadera. Pendientes están zonas como el
Corazón de Jesús y, según destaca el director de Planeación, los suelos
disponibles para renovación urbana en el sur de Medellín, a la altura de
Guayabal.
Para el funcionario
de Planeación de Medellín, "nuestra tarea como sociedad es ser capaces de
crear los mecanismos e instrumentos apropiados para que esas transformaciones
se concreten".
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